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Solo en 2018, el 31% de los productos retirados en la Unión Europea fueron juguetes. Ante la cercanía del Black Friday, TÜV SÜD analiza la calidad, normativa y control de esta categoría de productos de consumo.
Comienza la cuenta atrás para la gran fiesta del consumo: el Black Friday, y de entre los miles de productos disponibles, los juguetes serán uno de los grandes reclamos de los consumidores aprovechando la proximidad de la Navidad. Sin embargo, solo en 2018, el 31% de los productos retirados del mercado de la Unión Europea se correspondieron con esta categoría. Para despejar las dudas sobre la seguridad de uno de los productos de consumo de mayor relevancia, TÜV SÜD ha analizado la calidad, normativa y control de los juguetes antes de salir al mercado.
Cada año miles de productos infantiles se someten a determinados ensayos de calidad. “Los juguetes estándar no electrónicos suelen exponerse a 3 ensayos. Se revisan desde las propiedades físicas y mecánicas, hasta la flamabilidad y la migración de sustancias químicas. El objetivo es evitar bordes cortantes, puntas afiladas o sonidos estridentes, así como materiales inflamables o sustancias químicas que puedan desprenderse del producto y supongan un riesgo para el niño”, explica Oriol Roig, Global Key Account Manager y Team Leader de Consumer Products & Retail de TÜV SÜD España y Portugal.
Actualmente, el sector cumple con una normativa estricta y exigente y, a pesar de coincidir con un día de ventas masivas, la calidad final del producto no suele verse condicionada. Sin embargo, el experto incide en que, “el consumidor final también debe exigir el cumplimiento de ciertos criterios antes de adquirir un producto, así el fabricante se verá obligado a responder a esta demanda. Por ejemplo, si un producto está a un precio más bajo de lo normal, puede ser porque no es lo suficientemente seguro y lo tiene más complicado para competir con el de la marca de prestigio”.
En este sentido, el reto más importante está vinculado con la adaptación de la normativa al impacto tecnológico. “Como en cualquier categoría de producto, la tecnología avanza a un ritmo mucho más rápido que la normativa y los juguetes no podían ser una excepción”, asegura Roig. “En el caso de los juguetes conectados, por ejemplo, el riesgo no está estrictamente ligado a las características del juguete, sino a la tecnología que usan y los datos que generan. Existe la posibilidad de que el fabricante recopile la información de uso o geolocalización y lo use más allá de los fines estrictamente necesarios. Aunque precisamente en Europa, el reglamento GDPR vela para que esto no suceda”, aclara.
A la hora de comprar un producto infantil conviene elegir marcas reconocidas y establecimientos especializados para garantizar la trazabilidad y “encontrarnos a alguien al otro lado si surge algún problema”. A partir de ahí, añade, “debemos fijarnos en el marcado CE y el número de lote, así como en otras características que nos permitan identificarlo fácilmente como, por ejemplo, el nombre y dirección de la empresa que lo ha producido, importado o distribuido”.
Además, como están dirigidos a un público más vulnerable, “normalmente se presta mucha más atención a la actualización de sus normas y a la inclusión de nuevas categorías”. Por ejemplo, “los fabricantes deben advertir de los posibles riesgos del producto en su embalaje y, además, deben contener un manual de instrucciones para su uso seguro”, concluye Roig.
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